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Homilía  M.I. Sr. D. Ramón del Hoyo López , obispo de Jaén.

425º Aniversario de la Fundación de la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno y Stma. Virgen de los Dolores

Jaén, Santuario Ntro. Padre Jesús Nazareno

20 de enero de 2013

1. Abrimos con esta celebración litúrgica los actos que se celebrarán a lo largo de este año con motivo del 425º aniversario de la aprobación de la Antigua, Ilustre y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, de la Ciudad de Jaén.

Aunque no es segura la fecha exacta de su fundación se ha elegido como la más probable la del 5 de junio de 1588, en que se abrió el antiguo Convento de San José de los PP. Carmelitas Descalzos en este mismo lugar.

Bien pudo hacerse coincidir esta apertura con el inicio de la Cofradía, dada la arraigada devoción de la orden carmelitana a Nuestro Padre Jesús Nazareno. Se sabe que los religiosos Carmelitas, junto con los labradores del arrabal de la Puerta de Granada recaudaron limosnas para conseguir una imagen de Jesús Nazareno. La colocaron en esta misma Iglesia y bien pronto fue en aumento la devoción de los fieles, dando lugar al incremento de esta Cofradía que nos ha llegado hasta el día de hoy.

Aunque no es el momento, bien podríamos decir que la Imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno ha ido emigrando de Iglesia en Iglesia a lo largo de estos siglos, por la Ciudad de Jaén. Daría la impresión que desde esta Iglesia, pasando por las Parroquias del Sagrario y del Merced, Iglesia de las Bernardas y desde la  Santa Iglesia Catedral ha querido bendecir en todo tiempo a los devotos de su querida Ciudad.

Por fin el 30 de octubre del año 2009 la cofradía completaba su proyecto añorado desde hacía años, de devolver la imagen de Nuestro Padre Jesús, junto a la de María Santísima de los Dolores a este recinto, “a su casa” como dijeron algunos, previa cesión de esta Iglesia por parte del Excmo. Ayuntamiento de la Ciudad a la Cofradía.

Tuve el honor de declarar a esta Iglesia como Santuario de Nuestro Padre Jesús Nazareno el día 8 de noviembre de aquel año y dedicarle este recinto sagrado para su culto. Finalmente el día 27 del mismo mes se produjo el solemne traslado de las imágenes desde la S. Iglesia Catedral y ¡ojalá lo sea pro muchos años!.

Puedo reafirmar ante Uds. Y especialmente ante los hermanos cofrades y devotos lo que les dije en aquella ocasión: “que comenzaba una nueva historia a favor de la devoción de Nuestro Padre Jesús Nazareno que entre todas tendremos que custodiar, vivir y transmitir a otras generaciones, bajo la intercesión de la Santísima Virgen de los Dolores”.

2. Reflexionemos también brevemente en los contenidos de las lecturas, de la Palabra de Dios, que acabamos de proclamar:

En la primera, del profeta Isaías (Is 62, 1-5) hemos escuchado la voz de Dios hecha esperanza y consuelo. La ciudad de Jerusalén vivía en una situación de verdadera devastación por parte del poder de Babilonia. El pueblo de Israel vive el drama de exilio, pero el profeta Isaías les anuncia que tienen cerca la salvación. Va a “romper la aurora del judaísmo, dice el Profeta, y la salvación va a llamera como antorcha” Jerusalén será su ciudad “favorita” y “desposada” por eso el Salmo se hace eco de este anuncio alegre con las palabras que hemos escuchado: “Cantad las maravillas del Señor a todas las naciones”.

En la segunda lectura de San Pablo a los Corintios (Cor 12,4.11) nos habla de diversidad y de unidad. Nos dice: “En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. Es la clave de la convivencia. Cada uno colabora con sus dones y cualidades para el bien común. A nadie se le excluye, sino que todos aportamos y ponemos a disposición de los demás lo que somos y tenemos.

La voz del Señor es muy clara y directa: por el Profeta Isaías nos invita a la esperanza y a la fe, con mirada de futuro ante nuestras situaciones personales y como Iglesia. En todo momento, sean las circunstancias que sean, nos invita sin embargo a nos cruzarnos de brazos o a cerrarnos en nuestro caparazón del egoísmo, sino a compartir, acoger, a vivir la caridad cristiana poniendo a disposición de otros nuestros dones y cualidades.

Finalmente en el pasaje de las Bodas de Caná de Galilea del evangelista San Juan (Jn 2, 1-11), se nos propone: el primer milagro o signo de Jesús, en que manifestó su gloria, (que El era el Mesías, Hijo de Dios) y creció, al verlo, la fe de sus discípulos.

Podemos destacar también que María Santísima fue coprotagonista en aquel episodio de Caná de Galilea. “Haced lo que Él os diga” dijo a los sirvientes. La hora de Jesús no había llegado todavía, pero la intervención de la madre anticipa la alegría y la gloria de la acción redentora de Jesucristo. Así es el oficio de María y continúa siéndolo. Fue ella quien se dio cuenta que no les queda vino. También ahora como Madre intercede por nosotros cuando nos faltan tantas cosas necesarias para ser verdaderos cristianos.

3. Muy queridos hermanos Cofrades y fieles devotos de Ntro. Padre Jesús Nazareno y de su Santísima Madre la Virgen de los Dolores.

Este Aniversario, con las celebraciones que hoy comenzamos deberá suponer, y estoy seguro de que así será, una ocasión providencial para vivir este Año de la Fe y no perder, en ningún momento esta perspectiva.

Me van a permitir que les anime ya desde este momento a profundizar en algunos aspectos de especial interés para sus vidas de creyentes cristianos, asociados en torno a estas imágenes tan queridas y veneradas ya por sus antepasados y familiares.

En primer lugar el Santo Padre, Benedicto XVI, cuando anunció este Año de la Fe, mediante la Carta apostólica Porta Fidei, destacó en sus tres últimos apartados lo que significa el gozo de creer. Para que consigamos descubrir este gozo nos proporciona las siguientes pautas:

- El Año de la Fe ha de fortalecer nuestra relación con el Señor... porque solo en Él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Ha de ser un año para volver a “recorrer la historia de nuestra fe, una historia que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado” (n.13). Un año para tener “la mirada fija en Jesús que inició y completó nuestra fe (Heb 12, 2): en él encuentran su cumplimiento, nos dice el Papa, todo afán y todo anhelo del corazón”(Ibídem).

(También debemos contemplar la vida de fe de María, la de los apóstoles y la vida de fe de muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia. De una manera especial podríamos contemplar la fe por la que “los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio”. A las puertas de la ceremonia de beatificación de nuestro querido Señor Obispo Mons. Manuel Basulto y otros seis mártires diocesanos el próximo día 27 de octubre de este año en la Ciudad de Tarragona, nos podrán ayudar sin duda también a fortalecer nuestra fe y a transmitirla con vigor y sin complejos).

- En la misma Carta del Santo Padre que he citado nos habla asimismo de que el cristiano ha de ser signo vivo de la presencia de Cristo en el mundo. La fe, nos dice, debe ser en nosotros como la “compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace pro nosotros. Esto nos compromete a convertirnos, dice el Papa, en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Pues lo que el mundo necesitaba hoy, de manera especial, es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y en el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin” (n.15).

- Finalmente el Año de la Fe puede servir también para intensificar el testimonio de la caridad. El Papa nos recuerda para ello las palabras claras y exigentes, fuertes, del Apóstol Santiago: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe?...” (St 2, 14-18).

Los vínculos entre la fe y la caridad son muy claros: la fe sin la caridad no da fruto y la caridad sin la fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente.

Sé que no olvidarán tampoco los hermanos Cofrades con su Capellán al frente, el cincuenta aniversario de la celebración del Concilio Vaticano II, y el veinte aniversario, asimismo, de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.

Feliz aniversario. Que las gracias de Nuestro Padre Jesús Nazareno, por la intercesión de María Santísima de los Dolores, sean preludio de la alegría y la esperanza a la que nos conduce la fe. Que así sea.