Dentro de los actos conmemorativos del 425 aniversario de la fundación de la Antigua Insigne y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, el 27 de septiembre 2013, en el Salón de actos de la Agrupación de Cofradías y Hermandades de la ciudad de Jaén tuvo lugar la conferencia con el título SANTA TERESA DE JESUS, MAESTRA EN LOS CAMINOS DE DIOS, y que fue impartida por el Rvdo. Padre Fray Francisco José Berbell Samblás, Provincial de la orden de los Carmelitas Descalzos de la provincia del Santo Angel de la Guarda (Andalucía y Badajoz). Reproducimos a continuación dicha conferencia.
SANTA TERESA DE JESÚS: MAESTRA EN LOS CAMINOS DE DIOS.
-QUERIDO HERMANO MAYOR, JUNTA DE GOBIERNO, HERMANAS Y HERMANOS DE LA ANTIGUA, INSIGNE Y REAL COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESUS NAZARENO Y MARIA SANTÍSIMA DE LOS DOLORES, ORDEN SEGLAR DE LOS CARMELITAS DESCALZOS, HERMANAS Y HERMANOS TODOS EN EL SEÑOR.
-Con todo el agradecimiento de parte de N. P. General y también de toda nuestra Provincia del Santo Angel, en este 425 Aniversario.
Teresa de Jesús, mujer y religiosa carmelita de hace casi cinco siglos, ¿Qué puede decir al hombre de hoy, cuando todo ha cambiado tanto... : la vida, la sociedad, la cultura, las personas, el sentido de Dios (¿nos queda sentido de Dios?), el lenguaje, las ideas, los gustos, la escala de valores... ¿No habrá cambiado también Dios mismo, a pesar del famoso verso teresiano <<nada te turbe.../Dios no se muda/ sólo Dios basta>>?
¿Podemos recordar alguna palabra de Teresa, alguna palabra concreta, válida para cualquier aprendiz de vida, en nuestro hábitat de hoy?
Al hombre de hoy –al cristiano del <<montón>> o al que ni es cristiano ni creyente- Teresa le HABLA DE DIOS. Decía el filósofo francés H. Bergson que Santa Teresa es uno de los pocos testigos de Dios que le quedan al hombre de hoy. Que ella es una <<prueba de la existencia de Dios>>, cuando se nos han reblandecido las clásicas pruebas filosóficas de ese tremendo problema. Importante: tanto si eres creyente, como si no, deja que Teresa te hable de Dios. <<¡Ven y verás!>> Es decir, no te hablará de oídas ni desde idearios. Teresa es testigo ocular o existencial, pero límpido.
“... Ansí que quien llegare, alábele mucho, conózcase por muy deudor, porque ya parece le quiere para su casa y elegido para su reino, si no torna atrás. Entendamos bien, bien, como ello es, que nos lo da Dios sin ningún merecimiento nuestro, y agradezcámoslo a su Majestad; porque si no conocemos que recibimos, no despertamos a amar. Creamos que quien nos da los bienes nos dará gracia. Digo, si andamos con llaneza delante de Dios, pretendiendo contentar sólo a Él.
Es cosa muy clara que amamos más a una persona cuando mucho se nos acuerda las buenas obras que nos hace. Pues si es lícito, y tan meritorio, que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser, y que nos crió y que nos sustenta. He aquí una joya que, acordándonos que es dada y ya la poseemos, forzado convida a amar, que es todo el bien de la oración fundada sobre la humildad.”
(Libro de la Vida, cap. 10 4-5)
Si entramos en diálogo con Teresa de Jesús, nos será sencillamente imposible esquivar una pregunta: ¿tú quién eres? ¿te conoces a ti mismo? Y desde ahí, ella nos invita a conocer el “castillo interior” del hombre. Castillo muy diverso, por cierto. Castillo en que el hombre se <<auto-habita>> interior y profundo. “Que no estáis huecas por dentro...”, decía ella a sus hermanas carmelitas. Que no reniegues tu dignidad de persona, que bucees en lo hondo el sentido de tu vida. Que te liberes de la superficialidad. Que des a tu mirada un enfoque que te permita resistir a los embates del desencanto, a la erosión de los años, a la tentación de creerte efímero <<pasión inútil>>.
Que te definas, en el paso del <<ser>> al <<para qué soy>>, Teresa tiene una consigna categórica para el lector de hoy. Ella le ha dado el nombre de <<determinada determinación>>, es decir, que no vivas sin haber llegado a una opción que te vertebre la vida. Y que no dejes que sean los otros ni los avatares de la vida, los que te definan y cincelen. Que a ti mismo te definas tú.
El camino espiritual desde la experiencia teresiana, es siempre un camino de maduración humana, un camino en el que la persona encuentra su propia verdad, y por lo tanto le conduce a la salud de su alma, que es una condición previa para la comunión con Dios.
Y si de algo habla Teresa al hombre de hoy –con palabra inagotable e incansable-, es de oración. Lo que ella dice al hombre/mujer de hoy es sencillo pero tajante. Si careces de la dimensión vertical, si no te tratas con Dios, no sólo eres alicorto, sino que padeces la atrofia radical. Teresa lo dice con una de sus imágenes talladas a cincel: <<alma sin oración es como un cuerpo con perlesía (tullido)>>. No se trata de una simple carencia en el plano religioso, sino de un reniego en la más honda dimensión de trascendencia del espíritu humano. Hoy más, si cabe, dada nuestra situación social y cultural, si eres mudo de cara a Dios, sucumbiremos al vocerío del entorno, y poco a poco ensordeceremos del todo.
Vamos a escuchar una vez más el concepto de oración desarrollado por Santa Teresa:
“Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. (V 8,5).
Con solo acercarnos a su palabra y a su experiencia de Dios, escuchamos la alegría, el gozo y la esperanza de alguien que se ha encontrado con un Dios vivo que siempre comunica VIDA. Y por eso Teresa contagia lo que lleva dentro y nos adentra en su misma sed de Dios, nos enamora de lo que siente y vive. Nos hace anhelar a Cristo y descubrirle en nosotros. Hubo muchos momentos en la vida de Teresa en los que Dios se manifestaba y todo lo demás palidecía, efectivamente su aventura con Dios, estuvo regada de revelaciones, de experiencias místicas fuertes, pero sobre todo encontramos esa experiencia de Dios, en lo más cotidiano, en su caminar de cada día y en tantos momentos de oscuridad, soledad, incomprensión... Por todo esto Teresa es cercana a nosotros, lo extraordinario de su experiencia afirma para nosotros la grandeza de su naturalidad al dirigirse a Dios. Todo el empeño que Él ha tenido hacia ella, ha hecho que Teresa sea especialmente humilde y agradecida. Sin fingimientos ni estiramientos antihumanos. Así nos regala su palabra más viva y cálida, su palabra sobre la oración, palabra sobre su intimidad con Dios, aventura de toda una vida. Y nos invita a atrevernos a dejar las muletas de tantos métodos de oración y vernos a solas con El, experimentándonos pobres y abiertos. Vamos a intentar entrar en algunas de sus expresiones orantes, que nos ayuden a ver su manera de orar, vamos a orar con ella.
<<Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración....>> V 4,7. <<Se esté allí con Él, callado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe y hable, y pida y se humille y regale con Él...>> V 13,22.
Para quien empieza, como para quien es adelantado no hay mejor camino en la vida de oración que la simplicidad: cuando te pones a orar, imáginale contigo, cerca de ti, dentro, imagina su manera de mirar, su presencia que calma y da confianza, que provoca en ti un movimiento de sencillez y aceptación de ti, sin fingimiento. Sientes que no tienes que contentarle, sino ser tú mismo en calma y paz.
El está aquí vivo, junto a ti, en ti... Quédate en silencio, no sólo un silencio físico, sino también interno. Acalla los ruidos que llevas dentro, esos ruidos del interés propio, todo aquello que te impida dejar hablar a Dios. Con la conciencia clara de que El te mira, recuerda las palabras de Santa Teresa: <<Mire que le mira>>, con la sola atención a su mirada. La oración no es fundamentalmente lo que tú haces, sino lo que Él hace por ti, lo que tu dejas que haga en ti.
Consciente de su pequeñez y pobreza, Santa Teresa nos invita a orar con sinceridad: <<En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle (...) se me representaban mis pecados, tan grandes. Me estaba allí...> V 9,4. En humildad comenzamos a caminar, dejando que Él cambie nuestra suerte. Dios se llega a nosotros con amor infinito, hace morada en nosotros: “Oh, Señor de mi alma, y quien tuviera palabras para dar a entender qué dais a los que se fían de vos, y qué pierden los que llegan a este estado y se quedan consigo mismos. No queréis vos esto, Señor, pues más que esto hacéis vos que os venís a una posada tan ruin como la mía. Bendito seáis por siempre jamás.>> V 22,17. Orar recogiendo la mirada en Él. Este ejercicio de centrar la mirada es cada día más urgente, ante la dispersión que nos acosa. La mirada simboliza la actitud del corazón, atento y despierto, buscando al Señor, esperándolo. <<Oh, Señor, que todo el daño nos viene de no tener puestos los ojos en vos, que si no mirásemos otra cosa sino el camino, presto llegaríamos, mas damos mil caídas y erramos el camino por no poner los ojos –como digo- en el verdadero camino.>> C 16,11.
Oramos reunificando nuestro ser en su ser, recuperando la vida, a partir del regalo de su amor, y suplicamos que esto sea sin tardanza, por lo mucho que importa retornar al hogar, al corazón del Padre, a la unión con Él.
Atrévete a vivir en disponibilidad, como característica definitoria del hombre frente a Dios. Ten esa apertura a la acción de Dios. Sé dócil para que Dios actúe produciendo el cambio de tu corazón.
Gracias, Señor. Es una de las expresiones que más brotan de la pluma y de la palabra de Teresa. Es una mujer profundamente agradecida, consciente de los dones que Dios le ha regalado, aprovecha cualquier ocasión para manifestarlo. Hable de lo que hable en sus escritos, siempre encuentra excusa para dirigirse a Dios y referirle cómo se siente ante lo que está narrando. <<Señor mío, qué bueno sois. Bendito seáis por siempre. Te alaben Dios mío todas las cosas, pues nos amásteis de manera que con verdad podamos hablar de esta comunicación que aun en este destierro tenéis con las almas.>>
Teresa ha aprendido a ser sencilla de corazón y descubre que esta sencillez evangélica es la que hace que el hombre no esté atrapado por ninguna seguridad. Que esté abierto, dispuesto a confiar en Dios. Salir de uno mismo para confiar. Unicamente la persona que sale de sí de esta manera y se aventura con amor dentro del misterio de Dios, se encuentra a sí misma. De lo contrario se asfixia en la cárcel de su egoísmo. Toda relación de confianza y amor con Dios tiene un “excedente” insuprimible de decisión y riesgo. Santa Teresa conoce que el camino que le lleva a Dios siempre conlleva un excedente, un más, de libertad que se arriesga, un más precisamente de amor, en esa relación con Él. Unicamente cuando se le acepta y se le ama a El mismo, y no a nuestra mera idea acerca de Dios, es cuando comienza la verdadera relación con El, la relación consiste en un absoluto aventurarse en El. Teresa agradece profundamente a Dios la valentía y la disposición con la que le ha ido curtiendo.
Muchas oraciones de petición y súplica se podrían citar como muestra de la frecuencia con que aparecen en sus escritos. Ella está convencida del poder de la oración y sabe que obtendrá lo que pida. Lo hace insistentemente, sin desfallecer, con tesón y voluntad. Sabe que Dios siempre nos escucha con atención, pero a su modo. O sea, según su generosidad infinita de Padre, no a nuestro modo, que siempre es más reductivo respecto a los proyectos divinos. Para ventaja nuestra el Padre no nos toma con frecuencia la palabra al pie de la letra. La oración oída es la oración que nos transforma, que nos hace entrar, bajo el impulso del Espíritu, en el proyecto de Él, que nos injerta en su acción. Teresa de Jesús nos enseña a fiarnos más de las respuestas de Dios que de nuestras preguntas, de su DON que de las propias peticiones.
Descubrimos en sus palabras, un DIÁLOGO DE AMIGOS. Nos invita a cultivar este diálogo. Ella sabe por experiencia que es un camino no fácil, se requiere <<determinada determinación>>, es decir voluntad firme y clara conciencia de que siempre es un DON DEL SEÑOR. Toda su experiencia es una demostración viva de que el hombre solo no puede ni adquirir la libertad interior, ni lograr la perfección. Sólo podrá volverse a Dios, una y otra vez, lleno de confianza, esperando de El esa fuerza que el propio hombre ni tiene ni puede darse. Orar y vivir como cristiano no es vivir de piadosas intenciones y deseos, sino vivir cabe el Señor, de El y en El, tanto cuanto y en la medida que el hombre pueda.
Una pequeña y por eso injusta, excursión por algunas de las expresiones orantes de Santa Teresa nos deja a solas con el toque de su talante, y más que en ella, nos traslada al objeto de sus desvelos. Teresa desaparece, que esto sucede con los verdaderos amantes, y nos encara en soledad con un DIOS QUE ES AMOR, que se hace siempre nuestro, que nos enamora si nosotros le abrimos la puerta de nuestro corazón. No nos queda la palabra de Teresa, sino su insistente invitación a orar, a buscar el silencio, a la soledad del Amado y a dialogar con Él con sinceridad y naturalidad.
Santa Teresa está convencida: sin Dios, “cuando se esconde la gracia”, su vida pierde su sentido. En el reconocimiento de la propia impotencia y limitación es donde radica la posibilidad de la realización de uno mismo. Fuera de esta postura sólo le esperan al hombre el miedo y la angustia.
Para Santa Teresa el hombre es ante todo un colaborador de Dios:
<<No hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto de la grandeza de las obras como el amor con que se hacen, y como hagamos lo que pudiéramos, hará Su Majestad que vayamos pudiendo cada día más y más. Ofrezcamos al Señor el sacrificio que pudiéramos, que Su Majestad le juntará con el que hizo en la cruz por nosotros al Padre, para que tenga el valor que vuestra voluntad hubiere merecido, aunque sean pequeñas las obras>> 7M 4,18.
Gracias una vez más a todos por seguir conservando y crecer en la identidad carmelitana-teresiana.
Jaén, 27 de Septiembre 2013.
Fr. Francisco J. Berbell Samblás del Espíritu Santo ocd.
(Provincial)
Reproducimos la felicitación del Prepósito General de la Orden Carmelita Descalzos